miércoles, 26 de agosto de 2015

LA VUELTA DEL HIJO PRÓDIGO

Después de que en las dos últimas semanas su nombre no hubiese parado de sonar en prensa, radio, TV e internet, Asier Illarramendi ya puede descansar tranquilo y, lo que es más importante, contento. Su vuelta a la Real Sociedad se ha hecho oficial dos años y algo más de un mes después de que se fuese al coloso blanco de Madrid. Mucha gente del mundo del fútbol, amén de aficionados, coinciden en señalar la idoneidad de este movimiento por parte de todas las partes: el Madrid no necesita a Illarra, Illarra necesita a la Real y ésta, obviamente, necesita a Illarra; vamos, más claro agua.

Ciertamente, es poco tiempo, pero queda lejos aquel mes de junio en el año 2013, tiempo en el que la Real asombraba a propios y extraños con una histórica clasificación para la Champions League por la que nadie, y me incluyo yo, dábamos un duro cuatro o cinco meses atrás. Asier, titular indiscutible con Philippe Montanier, fue uno de los mejores no solo de ese equipo, sino de toda la Liga y Europa, puesto que ese verano se salió en la sala de máquinas de la selección española en el europeo sub21. Lo que vino después de ese torneo (que ganó junto a Iñigo Martínez) todos lo sabemos. ‘El color del dinero’ de Florentino Pérez y el historial de triunfos de un club como el Real Madrid pudieron más que el sentimiento del mutrikuarra por su equipo del alma y la posibilidad de jugar con este la Champions League… Fue un palo terrible para el club y su afición, y esto es algo innegable. A muchos les sentó fatal su marcha, y algunos aún no le han perdonado por esa 'huída' tan repentina. “Apenas ha jugado 50 partidos en el 1º equipo y ya se va…” decían los más insatisfechos.


Se fue, como digo, para triunfar en un grande del fútbol mundial. Pero la realidad iba a ser mucho más dura de lo que en un principio parecía. Cierto es que su sueldo se multiplicó y su caché profesional aumentó mucho, gracias entre otras cosas a su vinculación con ‘adidas’ u otras marcas. No obstante, en el plano deportivo Illarra nunca llegó a cuajar con el Madrid. No quiero extenderme, y por eso simplemente voy a mencionar uno de los partidos en los que al canterano realista le pesó demasiado el escudo merengue. Y bueno, seguro que todos/as estáis pensando en aquel partido en Alemania frente al Borussia Dortmund, el 8 de abril del 2014. Eran cuartos de final de la UCL y el de Mutriku cuajó una de las actuaciones más desastrosas que se recuerdan en citas de semejante tronío… El Real perdió 2-0 (no cayeron más tantos germanos por el buen papel de Iker Casillas) e Illarra falló en lo que mejor le caracteriza como jugador: la seguridad y el equilibrio táctico. Ese día, Ancelotti, sufriendo como nadie, salvo al barco blanco del hundimiento metiendo en el lugar de Asier a un joven e inexperto Casemiro, y este sí que le respondió de forma brava al desafío.

A partir de ese día en adelante, la carrera de Illarra en el Madrid describió una clara curva descendente… Por ejemplo, en la final de la UCL 2014, Carlo, ante la sensible baja de Alonso, prefirió poner a Khedira, que venía de una grave lesión y sin ritmo alguno de minutos, antes que un Illarra que estaba en un perfecto estado de forma física (que no mental). La pasada temporada apenas participó en 20 encuentros oficiales, quedando patente que para Ancelotti y la directiva blanca ya era carne de banquillo. Hoy en día, con Kroos, Modric, Kovacic y Casemiro por delante suyo en el centro del campo de Rafa Benítez, la presencia de Illarramendi era altamente improductiva para todas las partes implicadas. Avanzando en este serial de capítulos, el pasado domingo se quedó fuera de la convocatoria parea jugar en El Molinón, y eso, claro está, significaba que algo se estaba cociendo en los despachos del Bernabeu…


Vuelve a casa, de eso no hay duda. Sigue habiendo un poso de rencor y decepción por una parte de la afición, que no le perdonan (aún) que se marchase (al Real Madrid además, que no cae precisamente bien en Donostia) en un momento tan dulce. Pero parece que viene como el hijo pródigo, con la cabeza gacha y arrepentido, con la única intención de recuperar el tiempo perdido y volver a ser feliz en el club que le vio nacer futbolísticamente. ¿Pero qué gana la Real con su vuelta? Gana categoría, gana toque de balón, gana ritmo en su circulación, gana en potencial defensivo, gana en equilibrio... Si todo sale como se espera, el club donostiarra va a volver a tener a uno de los mejores centrocampistas de la Liga.

Su vuelta coincide con la meteórica ascensión de Rubén Pardo en el escalafón de galones del club txuri urdin. Desde la llegada de Moyes, el riojano ha ganado mucho protagonismo y ha podido mejorar en todos los aspectos del juego gracias a lo único que necesitaba, competir de forma asidua. La más que probable dupla que va a formar en el centro del campo con Illarra es una de las cosas que más excita a la afición de la Real, y no es para menos. Eso, y la conexión entre Vela y Jonathas, por supuesto. 'Se avecinan curvas', que diría aquel. Este sábado, en Anoeta y frente al Sporting del ‘Pitu’ Abelardo, Asier Illarramendi podría volver a defender por primera vez el escudo que jamás debió dejar atrás. Servidor, que entiende a esa parte de la afición dolida y decepcionada, solo puede desear una larga y próspera carrera en la Real a aquel futbolista que nos maravilló a tod@s y guió tan bien el juego del equipo blanquiazul no hace tanto.


jueves, 16 de julio de 2015

LA NECESIDAD DE UN 'ENTUSIASTA DEL GOL'

Armado ya un plantel interesante y, por así decirlo, compensado, a la Real le falta la guinda del pastel. Busca ahora eso que perdió en el junio más negro de nuestra historia moderna, el de 2007. Momento en el que Kovacevic dijo ‘adiós’ y no ‘hasta luego’, que era lo que todos queríamos. Ese día el club txuri urdin perdió al goleador –no canterano- más carismático que ha tenido, el más agresivo, el más pasional, el más guerrero… El mejor. Ese día la Real perdió un pedacito de su alma.


Como decía, la familia realista echa de menos un ‘9’ como los de antes. Un matador, un asesino del gol, un criminal en el área que no tenga escrúpulos para castigar las veces que haga falta la portería rival. A la Real le hace falta como el comer alguien que intimide a las defensas, un delantero centro que libere un poco de la presión ‘de hacer todo’ a Carlos Vela, el buque insignia de este equipo. Un hombre que provoque pesadillas a los centrales de turno la noche antes del partido, “joder, contra este otra vez no… Qué dolor”.

Parece una tontería, pero no lo es. Leyendas vivas como Casillas ya reconocieron en su día que con el bueno de Eto’o sufría más que con un dolor de muelas. Ergo, Samuel intimidaba al Real Madrid. ¿Por qué? Por su velocidad, por su carácter, por sus arrancadas, porque iba a todas y se metía en cualquier ‘fregao’, porque, a fin de cuentas, era puro veneno y tenía mucho gol.

Salvando las distancias, y es que contratar a un Eto’o ahora es casi un milagro, la Real necesita eso, un atacante con el gol en la sangre, una serpiente que cada vez que muerda deje su veneno bien impregnado. Alguien que provoque dolores de cabeza. Un entusiasta del gol que dirían los entendidos, como el gran Martín Palermo, por ejemplo. Alguien que entre al campo pensando en cuántos va a meter. Alguien que mire con cara de loco al portero rival en el túnel de vestuarios. Alguien que diga “balones a mí, coj…”. Como Carlos Bueno hizo en aquella tarde de feliz recuerdo en Cádiz. Inolvidable ese hat-trick.


Búsqueda infructuosa

Son ya tantos los delanteros que han pasado por aquí desde la marcha de Darko que uno casi pierde la cuenta. Delibasic, De Cerio, Necati, Abreu, Bueno, Agirretxe, Tamudo, Llorente, Ifrán, Seferovic, Finnbogason o el joven Iker Hernández, que no acaba de explotar y no cuenta para David Moyes. De todos estos, se puede decir que no hay ni uno que haya enamorado a la grada -y ya sé que Agirretxe cae muy bien-. Hay algunos que hasta han rozado lo cómico y el surrealismo, como el turco Necati, que era todo corazón… Y ya.

Imanol, el ‘9’ actual, es un fino estilista, que roza la excelencia a veces con sus controles y algunos detalles, pero siendo objetivos, sus números están muy lejos de los de un delantero de garantías para la 1ª división. Podría funcionar acompañando a otro atacante, siempre que este fuese más rápido e incisivo. Aunque eso ya podría suponer cambiar el puzzle táctico de Moyes. El tiempo dirá.


Camino de los 29 años, el de Usurbil acumula 61 tantos oficiales con la Real en 211 partidos. La campaña 12/13 fue la más prolífica de su carrera -14 goles en Liga y uno en Copa-. Si Aperri y Loren quieren que la Real esté entre los 7 primeros por norma, van a tener que romperse los cuernos para contratar a alguien que mejore estos números, porque así es muy difícil que se consigan los objetivos.


Desde luego que comprar gol es complicado, muy complicado. Y por supuesto que a Loren y, sobre todo a Aperribay, les duelen esos 8 millones que pagaron por Finnbogason hace apenas un año… Pero de una vez por todas, la secretaría técnica realista tiene que dar en el clavo. Con un ‘killer’ de los de verdad, junto a los Vela, Rulli, Iñigo, Pardo y compañía, este equipo puede armar una buena en la Liga. Ah, una Liga por cierto que se empezará en Riazor (22-23 de agosto), escenario propicio para lograr la primera victoria oficial del curso. Un triunfo que sería una “campanada” para algunos.

martes, 7 de julio de 2015

BUENO, PEOR NO SE PUEDE HACER

Es lo bueno de hacer las cosas rematadamente mal, que después es muy difícil -que no imposible- hacerlo peor. Tras una temporada mala, en la que no se cumplió ningún objetivo habido o por haber, la Real ha arrancado la pretemporada de esta 15/16 con los ánimos renovados y con otro aire. 

Sí, ha comenzado un nuevo ciclo, y lo ha hecho bajo el mandato de la mano de hierro de David Moyes, un técnico odiado -sigo sin saber muy bien por qué- y amado a partes iguales por estas tierras. Con él están su segundo Billy McKinlay, Erik Bretos, Asier Santana, Jon Alemán –este de forma provisional-, Karla Larburu, Juan Carlos Samaniego y una nueva incorporación, el ‘coronel’ David Billows, profesional del fútbol inglés incorporado al área de la preparación física del club realista.

Que no se me malinterprete con lo de “mano de hierro…”, por favor. Como ya se puede estar viendo, las primeras sesiones de este inicio de curso están siendo duras y exigentes. Algo que por aquí se echaba mucho de menos. Todas las casas se deben empezar a construir con buenos cimientos, y en los equipos de fútbol los jugadores deben sufrir lo que no está escrito en las primeras 2-3 semanas de la pretemporada para después estar bien preparados para la batalla. Así que bien, David, come on. El equipo, ahora en Austria, se desplazará el jueves ya hacia tierras escocesas, donde permanecerá hasta el 13 de julio, día en el que se enfrentarán en su tercer amistoso al Livingston FC.



Incógnitas sin resolver
Por otro lado, el regreso a Donosti está marcado ahora mismo por las incógnitas en las incorporaciones, y es que hasta la fecha Loren y Aperri no han estado muy prolíficos en materia de fichajes que se diga. Cerrada ya la continuidad de Rulli –menos mal- y la llegada de Concha, perla de la cantera del Racing, en San Sebastián suenan y mucho los nombres de Bruma y Diego Reyes, dos jóvenes jugadores que vendrían a apuntalar puestos de la zona atacante y la zona defensiva respectivamente. El extremo costarricense Joel Campbell es otro de los posibles refuerzos, pero de lo que no se habla, y es algo inquietante, es de la llegada de un delantero puro, un ‘9’ como los de antes. 

Con la más que probable salida de Finnbogason, a la Real le va a hacer falta como el comer un ‘killer’ que pueda hacerlo mejor que Agirretxe o, en su defecto, que le haga buena competencia al de Usurbil. Como se puede ver, el equipo está aún cogido bajo alfileres, faltan llegadas y se espera la cesión de algunos ‘potrillos’ a equipos de 2ª división, para que no se estanquen en la división de bronce. Este podría ser el caso de Héctor, Oyarzun, Hervías, Iker Hernández, Capilla, Aritz Elustondo o David Concha.



La ilusión de los 'potrillos' 
Y digo podría porque salvo Iker Hernández, delantero con el que no cuenta Moyes, los demás tienen la posibilidad –real- de ganarse una ficha en el primer equipo… Habrá que seguir sus evoluciones a lo largo de estas 6 semanas de preparación. 

Estos son, a falta de fichajes, las atracciones de la pretemporada, sin olvidarme claro de los más pequeños, Igor Zubeldia (1997) y Mikel Oyarzabal (1997). Dos ‘pipiolos’ que, después de hacer un gran año en el juvenil de Honor, tienen ahora un premio a su esfuerzo pero, sobre todo, tienen ante sí una oportunidad única: sorprender y convencer a David Moyes de que pueden ser parte del equipo. 

Un tal Antoine Griezmann ya lo hizo ahora hace seis veranos. Lo más probable es que este año jueguen en el filial (a pesar de que aún les queda un año en categoría juvenil), pero desde luego que esta pretemporada con los mayores les va a venir muy bien. Un máster avanzado en el fútbol de élite.

Nuevos líderes
Rulli, Pardo, Iñigo y Vela. Los cuatro son jóvenes, pero ya tienen cierto bagaje y veteranía en el fútbol profesional. Y los cuatro están llamados a ser los líderes del grupo, las estrellas que marquen la diferencia dentro de un bloque en el que jugadores como Granero, Canales, Agirretxe, Prieto, Mikel, Chory o Zurutuza deberán hacer las cosas mejor que en la última temporada. 

Otra cuestión será ver a qué va a jugar el equipo durante todo el año. En su llegada, el técnico de Glasgow -capitán y patrón del barco txuri urdin- ya dijo que quería “hacer disfrutar a los aficionados con un juego directo y alegre, que emocione”. Él, mejor que nadie, sabe que si se hacen bien las cosas esa máxima que pedía se podrá conseguir.




Así las cosas, con sus cosillas aún por pulir, esta Real ya ha echado a andar. Parece que lo hace con paso firme, aunque eso ya se irá comprobando cuando llegue lo bueno. La Liga BBVA dará comienzo el 22 de agosto, fecha marcada en rojo ya por todos los seguidores realistas, que anhelan ver a su equipo otra vez en la mitad alta de la tabla, peleando por llegar a Europa en las últimas jornadas, como no podía ser de otra manera en un club como la Real Sociedad. ¡Aurrera, mutilak, zurekin gaude!

sábado, 6 de junio de 2015

CRÍTICA de Cine: HOTEL CHEVALIER

El oscarizado Wes Anderson (Texas, 1969), director de, entre otros films, ‘Hotel Budapest’, lo ha vuelto a hacer. Su corto ‘Hotel Chevalier’, que sirve como prólogo de su nueva película ‘Viaje a Darjeeling’, sorprende por su excelsa simpleza.

Con una fotografía perfecta, la clara determinación por jugar con un color predominante y una música (Where do you go to my lovely, de Peter Sarstedt) que acompaña a la pluscuamperfección a la trama, este corto es la prueba de que en 13’ se puede contar todo lo bueno y lo malo de una relación amorosa.



Natalie Portman, arrebatadora y desenfadada, agiganta su fama de icono sexual, intimidando con un insólito carácter masculino, frases cortas y miradas sensuales a un Jason Schwartzman que, hasta que llega ella a su lujosa habitación en este hotel francés, parece estar algo perdido en la vida.




París, la ciudad del amor, es el marco idóneo para que este cortometraje demuestre que el amor y la pasión son cosas completamente irracionales.


viernes, 22 de mayo de 2015

NO ESTABA MUERTO, ESTABA DE PARRANDA

(Artículo redactado el 21-01-2015)

Michael Keaton es uno de los hombres de moda. 'Birdman' ha sacudido las taquillas de las salas de medio mundo, algo que ha permitido recuperar el prestigio perdido a este carismático actor

¿Cuánto -o qué- le debe Keaton a la lámpara del genio Iñarritu? Algunos afirman que todo y más. El nombre de Keaton (Pensylvania, 1951) llevaba demasiado tiempo alejado de las críticas y de los grandes focos del estrellato cinematográfico. La estatuilla que ha recibido en los Globos de Oro en la categoría de Mejor Actor no hace si no refrendar la sensación de que el éxito entre el director mexicano y el ya veterano actor ha sido rotundo. Los Óscar, parece, les van a hacer más felices aún.

¿Pero cuáles fueron los inicios de este genio de la interpretación? Michael John Douglas, que así es como se llama en realidad, nació en la siempre oscura y pesarosa Pensylvania, a principios de los años 50, década en la que los EE. UU se confirmaron como una super potencia mundial. Él fue el menor de siete hermanos, todos criados en el seno de una familia católica de ascendencia irlandesa. Su padre, ingeniero civil y su madre, ama de casa, proporcionaron una buena educación al bueno de Michael.

Keaton, quién cambió su nombre por ser coetáneo al gran Michael Douglas, empezó a darse a conocer gracias a las series televisivas Maude (1977) y The Mary Tyler Moore Show (1979). Quizás su primer 'gran' papel fue el que tuvo que desempeñar en 'Beetlejuice (1988), donde a sus 37 años tuvo que interpretar a un fantasma bastante excéntrico y desagradable, compartiendo cartel con Winona Ryder y Alec Baldwin entre otros. Si hay algo que le marcó en ese film fue el hecho de trabajar con el siempre díscolo Tim Burton, un director que más tarde hablaría maravillas del ahora protagonista de 'Birdman'.

'Batman' provocó un profundo cambio de registro en su manera de actuar. La película, que se estrenó en el 1989, fue un tremendo taquillazo gracias al gran trabajo que realizaron entre Jack Nicholson y Michael Keaton. Los dos estaban dirigidos por el director que 'descubrió' al hombre de moda, Tim Burton. Tres años después saldría la secuela, 'Batman Returns', un film que, en honor a la verdad, no tuvo tanta trascendencia en la crítica. Después de estas cintas llegaron películas como 'Multiplicity' (1996) o 'Jack Frost' (1999), producciones con cierto éxito, pero demasiado básicas para el talento interpretativo que bullía en el interior de Keaton.


Desde entonces hasta ahora su presencia en el 'candelero' mediático ha sido más bien testimonial. Un cameo por aquí, una serie por allá, pero nada que indicase que este oriundo de Pensylvania pudiese reventar el panorama. Todo eso cambió con la llamada de Alejandro González Iñarritu, un director que saltó a la fama por películas como 'Babel', 'Amores perros' o '21 gramos'. Cuando leyó el excelso guión de 'Birdman', la historia del actor venido a menos que encarnó a un superheroe tiempo atrás le sonaba de algo al gran Michael Keaton. No dudó un segundo en aceptar el papel. Le venía como anillo al dedo y le sedujo enormemente el hecho de trabajar con Iñarritu, un director que rompe con la estética general de Hollywood. Además, Edward Norton, Naomi Watts, Emma Stone y Zach Galifianakis eran otras buenas razones para sumarse a un proyecto con perfume de triunfo.


La vida es, como se suele decir, ver volver. A menudo las grandes estrellas suben tan alto que después no son conscientes de lo catastrófica que puede ser la caída. Hollywood es una de esas lanzaderas de personas a la luna, una lanzadera que jamás se ha preocupado en colocar paracaídas en los vuelos intergalácticos en los que se enrolan sus astros. Keaton no llegó a caer nunca, quizás, porque un gran pájaro se cruzó en su caída y lo rescató del dolor del olvido.   

lunes, 18 de mayo de 2015

NADA ES PARA SIEMPRE...

Era septiembre de 1997, y Sebastián Nadal se llevaba a su hijo de vuelta a casa después de un partido de tenis. El niño viajaba en el asiento del copiloto, disgustado y triste. Había perdido contra un jugador que tenía dos años más que él, y eso le llenaba de rabia y amargura. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, y su padre le dijo: “Rafael, no es para tanto. Este verano te lo has pasado muy bien, te has relajado y has disfrutado... No te preocupes, vas a volver a entrenar y volverás a ganar partidos”, a lo que el niño respondió “tú no lo entiendes, toda esa felicidad que he tenido en este verano no puede compensar el dolor que siento ahora por esta derrota”. Aquel niño, si no lo habíais averiguado ya, era Rafa Nadal, uno de los mayores talentos que ha dado el deporte español en toda su historia.

'Nada es para siempre, decían tus ojos tristes...' rezaba la canción de Cómplices, allá por el 2003. Los expertos, pájaros de mal agüero cada vez que vaticinan alguna caída, ya decían hace unos años que la máquina perfecta, Rafa Nadal, iba a dejar de funcionar antes de cumplir los 30 años. Será la mirada triste de Rafa después de ser avasallado por Murray en Madrid, o serán los últimos dos años del manacorí, en los que 'solo' ha ganado un Grand Slam; sea como fuere, 'El Rey de la Tierra' parece que está empezando a hincar la rodilla. Ya no muerde trofeos con tanta asiduidad, ya no acapara tantas portadas, ya no gana con esa insultante facilidad. Ahora mira pensativo desde su 7º posición en el ranking ATP a tenistas a los que, hasta hace nada, tenía que consolar después de apalizarles por enésima ocasión.



Rafa siempre ha sido -y será- un tenista de raza y corazón, un animal competitivo con una zurda endiablada, amén de un físico portentoso. Su indestructible voluntad de sacrificio, hecha del diamante más duro que haya en este planeta, y su incansable ambición de ganar hasta en el más nimio de los detalles de un partido, han hecho de este jugador una de las figuras más ilustres de la historia del tenis, a la altura de Federer -coetáneo suyo-, Bjorn Bork, Boris Becker o Ivan Lendl. Después de este retrato, casi a la medida de un dios del olimpo griego, sorprendieron mucho sus declaraciones de Miami el año pasado, en las que confesaba estar “nervioso, con ansiedad”. Como ya se viene barruntando entre sus seguidores y el mundillo del tenis, Rafa es un ser humano, no una máquina.

Está más nervioso de lo habitual, sí, eso es un hecho, ¿pero quién no lo estaría después de todas las lesiones que ha sufrido en los últimos tres años? En 2012 y 2013 la rodilla empezó a fallarle, y es que un estilo de tenis tan agresivo e intenso como el del manacorí tarde o temprano tenía que pasarle factura; en 2014, por si fuera poco, tuvo una apendicitis, problemas en la muñeca derecha y dolores serios en la espalda, dolencia esta última que le atacó justo en la final del Open de Australia. Vaya cruz... Las piernas flaquean y la mente, llena de dudas, sufre. “Sinceramente, no sé si volveré a ser el mejor”. Son frases como esta las que nos permiten ver que el héroe nacional, ese que ha alegrado tantas tardes de domingo, se está acostumbrando a perder. “Sí, alguna vez he dejado de creer en mí mismo”. Todos estos pensamientos tienen que tener algún significado, por mucho miedo que exista en la opinión pública de aceptar esta realidad.

Su entrenador -y tío-, Toni Nadal, es visto como una suerte de sargento implacable. Siempre con esa gorra de 'Iberostar', su mirada imperturbable y su carácter recio invitan a pensar que el bueno de Rafa ha sido entrenado como un espartano, o algo similar. Un tipo extremadamente serio y hasta algo antipático, pero no son pocos los que piensan que no hay nadie que le tenga más fe a Rafa que él, su tío Toni. “Que nadie se atreva a dar por muerto a Rafa, estaría cometiendo un grave errror” dijo para defender a su sobrino y pupilo después de una dura derrota en Australia hace dos años. Nadal, que ya se está haciendo mayor, siempre ha dejado claro que le debe mucho a su tío y entrenador, pero en su propia autobiografía, 'Rafa; my story', desvela lo tormentosa que ha llegado a ser la relación en algunos momentos. “Ya no necesito que nadie me de lecciones de humildad, Toni no es el mago sabelotodo de mi infancia, se contradice muchas veces”. Un 'ace' en toda regla, como diría aquel.



Rafa tiene que aprender a vivir ahora de otro modo el tenis. Es un hecho. El manacorí, criado en una familia 'bien' muy vinculada al deporte, tuvo en su otro tío, Miguel Ángel Nadal, un buen ejemplo de lo que el deporte puede darte y quitarte. Este, ícono y baluarte defensivo del Barça en los 90', vio como la irrupción de jóvenes valores como Puyol le estaban restando protagonismo, así que decidió echarse a un lado y acabar su carrera, ya con unos cuantos títulos, en el Mallorca con el 'profesor' Goyo Manzano.

No quiero decir, ni mucho menos, que Rafa tenga que apartarse a un segundo plano, pero nadie puede negar que ese aura que desprende y esos recuerdos que nos evoca su figura tienen olor a mito viviente, a alguien o algo de alguna otra época lejana. Sus clásicos duelos al sol con Federer están ya a la altura de otras grandes rivalidades que marcan la historia del deporte, como Magic Johnson con Larry Bird, Lionel Messi con Cristiano Ronaldo o Ayrton Senna con Alain Prost.

Su ocaso -que llegará más pronto que tarde- va a coincidir, más o menos, con el de otros de los protagonistas de la Edad de Oro del deporte español. Ilustres como Pau Gasol, Fernando Alonso, Xavi Hernández, Iker Casillas, Juan Carlos Navarro o Carles Puyol -ya retirado- ya están bien entrados en la treintena y su era dominante está llegando a su epitafio. De su puño y letra se han escrito las páginas más brillantes del libro dorado del deporte español, pero, salvo 'La historia interminable' de Bastian y Atreyu, todos los libros tienen un punto final.




No voy a ser yo, desde luego, el que entierre a esta bestia del tenis de forma definitiva. Sería una temeridad. De todas formas, él mismo lleva tiempo admitiendo que no tendrá una carrera tan extensa como otros jugadores, "porque mis movimientos son demasiado agresivos", recuerda el deportista español más reconocido en el mundo. "Nunca me gustan los partidos fáciles. Creo que a un buen deportista no le pueden gustar victorias así". Es, ante todo, un deportista noble. Nadal, un ganador nato, prefiere rememorar su épica derrota, tras cinco horas y 53 minutos contra el serbio Novak Djokovic en la final del Abierto de Australia de 2012, antes que, por ejemplo, la perfecta demolición ante Federer en 2008 en Roland Garros. Así son los ganadores.