Perdónales,
Leo, porque no saben lo que dicen. Perdónales, Leo, porque en tú
grandeza debes encontrar la compasión para comprender su
ignorancia... Sí, es grande. Él, Lionel Messi, volvió a dar el
pasado miércoles un recital en el jardín de sus delicias, el viejo
e imperial Camp Nou. De paso, silenció las críticas y pullas que ha recibido en estos dos últimos años. "Está acabado" decían. Mal asunto ese de despertar a la fiera dormida.
Era
un choque que parecía abocado al empate sin goles, raro después de
una primera parte primorosa del conjunto culé en el que pudo meter
tres o cuatro goles sin despeinarse siquiera. El Bayern, por su
parte, jugaba con un once lastrado por una plaga bíblica de
lesiones, pero tiró de orgullo y pudo crearle varios problemas al
Barça en los primeros compases del segundo tiempo, tramo en el que
Messi estuvo más bien desaparecido, igual que el resto de sus
compañeros.
Sin
embargo, todo cambió en el 77'. Una figura menuda, y en apariencia
inofensiva, descendió de las alturas y en poco más de tres minutos
sumió en una triste y cruel pesadilla al Bayern de Munich, que está
virtualmente eliminado.
El
primero de los goles fue un trueno desde el borde del área, un
latigazo al palo corto con esa zurda diabólica que tan bien maneja.
El segundo es, directamente, una obra de arte. Otra pieza maestra del
mejor futbolista de la historia en una cita grande de la mejor
competición continental de clubes. El cambio de ritmo, el regate y
esa sublime definición retratan a un jugador que vive, de forma
permanente, en otra dimensión, que disfruta haciendo sufir a todos
sus enemigos. Ángel para el Barça -no tanto para Argentina- y el
peor de los demonios para todos sus rivales.
Desde
su eclosión en el 2008 el astro rosarino lleva cerca de siete años
jugando a un nivel estratosférico. Es la bandera y el orgullo de uno
de los mejores clubes de la era moderna del fútbol y es, sin
discusión, uno de los deportistas más espectaculares y reconocidos
de toda la historia.
A
tres meses de cumplir los 28 años, Messi ha madurado y se ha
transformado en un jugador distinto al del, por ejemplo, 2011, pero
sigue siendo igual de letal. El pobre Guardiola, aquel que moldeó
hasta la perfección esta bella escultura, tuvo que padecer ayer la
divina inspiración de este tímido artista, el mismo que le hizo
llorar de alegría aquel 19 de diciembre del 2009, fecha en la que la
escuadra blaugrana completó de forma sobresaliente la mejor
temporada de la historia.
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