jueves, 7 de mayo de 2015

VINO DEL CIELO A LA TIERRA

Perdónales, Leo, porque no saben lo que dicen. Perdónales, Leo, porque en tú grandeza debes encontrar la compasión para comprender su ignorancia... Sí, es grande. Él, Lionel Messi, volvió a dar el pasado miércoles un recital en el jardín de sus delicias, el viejo e imperial Camp Nou. De paso, silenció las críticas y pullas que ha recibido en estos dos últimos años. "Está acabado" decían. Mal asunto ese de despertar a la fiera dormida.

Era un choque que parecía abocado al empate sin goles, raro después de una primera parte primorosa del conjunto culé en el que pudo meter tres o cuatro goles sin despeinarse siquiera. El Bayern, por su parte, jugaba con un once lastrado por una plaga bíblica de lesiones, pero tiró de orgullo y pudo crearle varios problemas al Barça en los primeros compases del segundo tiempo, tramo en el que Messi estuvo más bien desaparecido, igual que el resto de sus compañeros.


Sin embargo, todo cambió en el 77'. Una figura menuda, y en apariencia inofensiva, descendió de las alturas y en poco más de tres minutos sumió en una triste y cruel pesadilla al Bayern de Munich, que está virtualmente eliminado.

El primero de los goles fue un trueno desde el borde del área, un latigazo al palo corto con esa zurda diabólica que tan bien maneja. El segundo es, directamente, una obra de arte. Otra pieza maestra del mejor futbolista de la historia en una cita grande de la mejor competición continental de clubes. El cambio de ritmo, el regate y esa sublime definición retratan a un jugador que vive, de forma permanente, en otra dimensión, que disfruta haciendo sufir a todos sus enemigos. Ángel para el Barça -no tanto para Argentina- y el peor de los demonios para todos sus rivales.


Desde su eclosión en el 2008 el astro rosarino lleva cerca de siete años jugando a un nivel estratosférico. Es la bandera y el orgullo de uno de los mejores clubes de la era moderna del fútbol y es, sin discusión, uno de los deportistas más espectaculares y reconocidos de toda la historia.


A tres meses de cumplir los 28 años, Messi ha madurado y se ha transformado en un jugador distinto al del, por ejemplo, 2011, pero sigue siendo igual de letal. El pobre Guardiola, aquel que moldeó hasta la perfección esta bella escultura, tuvo que padecer ayer la divina inspiración de este tímido artista, el mismo que le hizo llorar de alegría aquel 19 de diciembre del 2009, fecha en la que la escuadra blaugrana completó de forma sobresaliente la mejor temporada de la historia.  

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