¿Recordáis qué es lo que pasa en la famosa leyenda bíblica de Samsón, cuando le cortan la melena? ¿Y qué es lo que pasa cuando a un refresco se le acaba el gas? ¿Qué sucede cuando el gran amor de tu vida rompe el vínculo que os une? En todos estos tres casos se pierde algo, se desvanece algo vital y muy trascendente. Al igual que la larga y frondosa melena le daba fuerza y poder sobrenatural a Samsón, José Mourinho, el técnico extraterrestre que no deja indiferente nunca a nadie, otorgaba un poder, una ilusión y una energía brutal a los clubes a los que ha ido dirigiendo. Y al igual que cuando un gran amor se aleja de tu vida, la marcha de Mourinho de esas entidades supone un impacto y un vacío muy grande. Las consecuencias de su marcha, hasta el momento, nunca han sido positivas, al menos en un corto plazo. El técnico luso insufla tal cantidad de éxito, energía y poder que al marcharse, ese 'globo' que él ha hinchado, se desinfla a toda velocidad. No importa que el parche para la fuga de aire se llame Víctor Fernández, o Ancelotti, o Ranieri, o Leonardo. 'The Special One' está un nivel por encima de todos ellos, de presidentes, de jugadores e incluso a veces, de la afición.
"Yo oigo y conozco al Santiago Bernabeu, de verás que entiendo al aficionado madridista, pero no le escucho"'Mou', genio y figura, dominador como pocos de la presión ambiental
El estilo de Mourinho como entrenador es muy personal, lleva una firma y un sello inimitable. Es un motivador nato, un coronel a la antigua usanza, es el verdadero líder de la manada, vive de eso, y de su meticuloso trabajo estudiando y analizando tácticas, estrategias, variantes en alineaciones, composición técnico-táctica de sus rivales... Es un enfermo de su trabajo, del perfeccionismo, un profesional con todas las letras, que respeta y aprecia la oportunidad de poder entrenar a los mejores equipos del mundo, pero por encima de todo, está su obsesión-sueño, según como se mire, por ser el mejor entrenador de la historia (esto es lo que le da ese 'plus' del que carecen muchos otros entrenadores). Su imagen se engrandece tanto y tanto y tanto, que el nombre del club que dirige pasa a segundo plano, algunas de sus estrellas gozan de más anonimato y están más relajadas, todas las miradas de los medios de comunicación se centran en él y se olvidan de todo lo demás... Pero hay algo obvio, el no es como Sir Alex Ferguson, por citar un ejemplo, su relación profesional no dura para siempre (sus ciclos nunca superan los tres años), y la consecuencia de su marcha de la entidad, se puede asemejar a la caída de un meteorito o al paso de un terremoto. Arrasa con todo o casi todo.
El Oporto tardó dos años en volver a ganar un título nacional después de su marcha, y otros siete años más en ganar una copa continental (la UEFA de Villas Boas), éxito que de verdad otorga brillo y trascendencia a clubes de ligas menores, no tan potentes como el Calcio o la Premier. Amén de perder prestigio y trascendencia en el fútbol mundial, el club portugués perdió (a cambio de gran cantidad de dinero) al mismo tiempo que a 'The Special One', a Deco, Carvalho y Ferreira, tres de los exponentes más brillantes de la era dorada de 'Mou' en Porto. La afición lloró mucho en su despedida, se iba probablemente el mejor entrenador de su historia. Un club y una afición que con el de Setúbal a la cabeza (les entrenó durante dos años y medio) conquistaron títulos de todos los colores: ligas, copas, supercopas, UEFA y Champions League. Mourinho es así, lo bueno, si breve, dos veces bueno.
En el Chelsea, su marcha provocó una gran confusión y tristeza en el seno de la entidad. Mourinho se había enfrentado en varias ocasiones con Abramovich por el tema 'Shevchenko', también había tenido alguna que otra disputa interna con los pesos pesados del vestuario, así que decidió marcharse a principios de la temporada 07/08 (algunos viendo el clima de tensión ya lo daban por hecho semanas antes) y a pesar de que ese mismo año el conjunto 'blue' alcanzó la final de la 'Champions' (de la mano de Avram Grant), el golpe de su marcha resultó muy duro y desconcertante. La afición le idolatraba y le quería como a ninguna de sus estrellas (Lampard, Drogba, Terry, Cech...), y es que de la mano de 'Mou', el Chelsea había conquistado dos Premiers de forma consecutiva (batiendo a United, Arsenal y Liverpool en innumerables ocasiones), había levantado dos FA Cups y otras dos Carling's, en definitiva, les había situado con mucha brillantez entre los mejores clubes del mundo. En la 'Champions' llegó dos veces a las puertas de la final, pero en las dos ocasiones, el Liverpool, en dos eliminatorias de leyenda y llenas de magia, privó a Mourinho de regalarle a Abramovich su tan ansiado regalo, la primera 'orejona' del Chelsea.
En el Inter de Milán es donde seguramente se pueda observar con mayor exactitud las desgracias que origina la vida después de 'The Special One'. Allá donde iban imponían mucho respeto, los jugadores que dirigía el luso y que defendían el viejo escudo del Internazionale eran una escuadra hecha de roca volcánica y acero puro. Un equipo que sabía muy bien a lo que jugaba, fútbol directo, sin contemplaciones, sin respiro, sin 'peros' y con una concentración espartana. Tres son los jugadores que marcaron la diferencia en los dos años de 'Mou' en Milán; Ibrahimovic (en su primer año), Sneijder y Milito (en el segundo año). Tres ases repletos de talento, tres estrellas que supieron entender lo que el coronel luso pedía para cada ocasión: trabajo, calidad, personalidad y mucho liderazgo. El Inter 'mourinhiano' se llevo las ligas del 2009 y el 2010, se llevo la Supercopa italiana y la Coppa también en esos dos años, pero el título que más anhelaban los hinchas neroazzurros también llegó con la rubrica del técnico extraterrestre. Mourinho ganó la 'Champions' del 2010 con el conjunto transalpino superando al Chelsea, Dinamo Kiev, FC Barcelona y Bayern Munich en las eliminatorias finales. Su obra maestra, al menos en Italia, se había consumado con una brillantez insultante. Otra vez, lo había conseguido, la afición le trataba como un DIOS todopoderoso, pero se volvió a constatar que 'Zé Mario' (así le conocían en sus tiempos mozos) es un animal de costumbres. Cansado de sus riñas con la prensa italiana y demás personajes del Calcio, y viendo que ya había ganado todo allí, decidió abandonar la nave neroazzurra en una decisión que sigue escociendo aún mucho a Moratti, quién sintió que el capitán de su barco abandonaba a sus marinos sin un motivo muy claro.
Nos encontramos ahora en la siguiente situación. Chelsea, Oporto e Inter de Milán, tres entidades que sufren el trauma "Post Mou", navegan estos días en aguas turbulentas. Obviando al Oporto, club al que ya dejó en el camino hace mucho tiempo (aunque quizás estos sufran ahora el síndrome Villas Boas, apeados de la UEFA, por detrás del Benfica en la Liga...), vemos como el Chelsea y el Inter son un "quiero y no puedo" continuo en estos años de transición, en busca de una nueva identidad, en busca de la gloria perdida. Los 'blues' caminan a paso torpe y mediocre en la Premier, muy alejados de la cabeza. En la competición más grande de todas, se han pegado un soberano tortazo ante el 4º clasificado del Calcio (perdieron 3-1 en San Paolo), un Napoles que les superó en fútbol, ganas, juventud e ilusión. Villas Boas no es Mourinho, y la soga que rodea su cuello, cada hora que pasa, aprieta más y más. En el Inter la situación es más grave quizás, después de Mou cuatro son los entrenadores que han ocupado ese banquillo (Benítez, Leonardo, Gasperini y Ranieri), y esos mismos cuatros se han dado de bruces contra la más cruda realidad, la sombra del imperio de Mourinho es muy alargada. Para más inri, la afición no olvida a su ídolo de tierras lusas y le dedican cánticos aún hoy. La escuadra neroazurra marcha en un raquítico e insulso 7º puesto en la Serie 'A' (sería un milagro verles entre los cuatro primeros dentro de tres meses) y en la Champions tendrán que voltear en San Siro (dónde han cosechado unos resultados muy pobres esta temporada) un 1-0 del OM, equipo con muchos menos recursos pero con el don de la ilusión y la energía de la juventud de su plantel.
José Mourinho, como ya he citado antes, no deja ni dejará indiferente a nadie. Directivas, estrellas, emblemas, capitanes e hinchas de sus equipos llorarán su marcha siempre, porque la personalidad del técnico de Setúbal es demasiado fuerte y trascendental en el desarrollo de las temporadas, porque contagia su temperamento y fe en el triunfo, porque otorga un sello inequívoco de identidad, porque hace que los jugadores crean en sí mismos y sean más fuertes y rápidos, los exprime al máximo sin pócimas ni dopajes, solo con el poder de la palabra, la emoción y el sentimiento, porque soporta todo el peso de la presión mediática y ambiental, porque como bien dice él mismo "Las victorias tienen muchos padres, la derrota solo uno, yo". Porque él puede ser la definición de la palabra 'LÍDER', por eso su marcha a otros lares siempre conlleva la misma pregunta. ¿HAY VIDA DESPUÉS DE 'MOU'?
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¿Sufrirán en la capital española el famoso trauma "Post Mou"? |