Quizás fue porque era domingo y
en horario matinal, el sol pegaba duro y era el último día de un verano raro,
como casi siempre en Donosti. “Estos del Almería son una banda” era el sentir
general del 99% de la afición realista (con todos mis respetos al conjunto
andaluz), que iba con un relativo grado de optimismo al estadio amaratarra,
sabedores de que una victoria colocaría a la Real en la zona noble de la tabla.
¿De qué te ibas a preocupar? ¿Qué jugador o qué característica del juego del Almería
podía hacer temblar la estructura de un equipo como la Real? La escuadra rojiblanca
llegaba a San Sebastián habiendo conseguido dos empates y una derrota en sus
tres primeros encuentros de Liga y, ojo al dato, habiendo sumado en todo este
año 6 puntos sobre 33 posibles en sus partidos como visitante. Los números, una
vez más, son sinceros, no entienden de engaños.
La grada vio como el equipo txuri
urdin llegó a sembrar el pánico entre la defensa andaluza en numerosas
ocasiones en unos primeros 20’ muy buenos por parte de los jugadores de
Arrasate. En un inicio alegre y fulgurante las ocasiones eran de todos los
colores, la grada ya se relamía pensando en una goleada pero, al final, siempre
sucede lo mismo. El que perdona acaba pagando. El gol del Almería fue un auténtico
esperpento en el que tomaron parte Zubikarai, De la Bella y el equipo arbitral.
A los dramáticos momentos que vive la zaga realista en cada defensa de un balón
parado se une la evidente inquietud que siembra Zubikarai cada vez que abandona
su portería. El que haya sido defensa sabe perfectamente de lo que hablo.
Una vez más, el partido cuesta
arriba. La Real ha empezado perdiendo sus últimos cinco encuentros oficiales,
contando con la debacle de Krasnodar. Así es muy difícil sacar resultados
positivos y poder desarrollar las ideas que se han ido entrenando a lo largo de
la semana en los entrenamientos. Al equipo txuri urdin no le sentó nada bien el
tanto del rival y, poco a poco, comenzó a descomponerse y a partirse en dos,
dando más facilidades a los ataques del equipo andaluz. Granero, Prieto,
Canales y Vela eran los encargados de encauzar los ataques realistas pero, como
ya he dicho, a raíz del tanto visitante el atasco en la zona de creación fue
cada vez más notable y esto se tradujo en nerviosismo y prisas a la hora de
llevar el balón hasta el área rival. Para entonces en la grada ya se había
empezado a producir un ‘run-run’ extraño, que mezclaba enfado, nervios y
amargura.
En la segunda mitad las cosas no
sufrieron cambio alguno. La Real no era capaz de hincarle el diente al Almería
y, para colmo, otra mala defensa a balón parado desembocó en el gol de Dos
Santos. La estirada de Zubikarai, insuficiente a todas luces, puso en evidencia
el terrible problema que tiene el conjunto realista en su portería. Por cierto,
Iñigo está a años luz de su mejor estado de forma y se le necesita al 100% ya.
Los minutos pasaron entre las buenas paradas, esta vez sí, de Zubikarai para
evitar el 0-3 (¡?) y los arreones de Chory Castro, que salió al campo en
sustitución de Canales. El buen gol del uruguayo a 5’ del final encendió la
mecha de la ilusión en un sector de la afición, que todavía creía en el milagro
de remontar por tercera jornada consecutiva un resultado de dos goles en
contra. No todos los días son domingo, ni todo el campo es orégano, amigos.
Matar… o morir
Átense los cinturones porque
vienen curvas muy peligrosas. A la delicada situación del equipo txuri urdin se
le suma, obviamente, la imperiosa necesidad de empezar a sumar puntos para no
empezar, como de costumbre, descolgados en la Liga. Pues bien, el Sevilla este
miércoles y el Valencia dentro de seis días son los próximos rivales que van a
poner a prueba la personalidad y el nivel de la escuadra realista y, de paso,
testarán también la paciencia de una afición demasiado benevolente. Matar para
seguir viviendo, morir para volver a nacer. Es muy precipitado hablar ahora de
‘finales’, pero una derrota en el Sánchez Pizjuán haría que el ambiente de
Anoeta el próximo domingo estuviese crispado y muy enrarecido.